https://www.jpl.nasa.gov/news/news.php?feature=6584Páginas

29/8/12

El cambio climático incrementa el número y la intensidad de los ciclones




La supercomputación predice el comportamiento de la tormenta tropical Isaac


PUBLICO
DAVID BOLLERO Londres 29/08/2012 12:08 Actualizado: 29/08/2012 18:01

A pocos kilómetros para alcanzar las costas de Luisiana, tocando tierra en Nueva Orleans, la tormenta tropical Isaac ya ha dejado tras de sí 24 muertos en Haití y casi 45.000 desplazados entre este país y su vecina República Dominicana. Hoy se conmemora el séptimo aniversario porla catástrofe del Katrina y Barack Obama no quiere “tentar al destino”.
Hasta el punto de que el presidente de EEUU ha hecho un llamamiento a sus ciudadanos para que “se tomen en serio” las advertencias de las autoridades. Desde el Centro Nacional de Huracanes se trabaja activamente para anticiparse a los movimientos de la tormenta tropical.
Sergio Alonso, catedrático de Meteorología y Cambio Climático en la Universidad de Illes Balears (UIB), sostiene que “las tormentas tropicales no son precisamente una de las perturbaciones más sencillas de predecir, debido a sus propios procesos y a los instrumentos disponibles para realizar pronósticos”. Sin embargo, aunque resulta complicado anticiparse a su generación, no sucede lo mismo con su comportamiento una vez formada la perturbación.

Más ciclones por el cambio climático

Alonso explica que “este tipo de perturbaciones, que si se forman en el Pacífico se denominan tifones y si lo hacen en el Atlántico, huracanes, dependen en gran medida de la temperatura superficial del mar, formándose a partir de los 27 grados centígrados”. Aunque éste no es, ni mucho menos, el único factor que determina su intensidad –influyen otros como la propia estructura vertical de la perturbación-, sí que ayuda a delimitar las áreas geográficas más propensas a sufrir estos fenómenos meteorológicos.
En este sentido y como experto en cambio climático, el catedrático indica que “el incremento global de la temperatura puede incrementar no sólo el número de perturbaciones, sino su severidad, esto es, la intensidad de las mismas”. El experto puntualiza que “el clima no es una cuestión de año a año, sino de más largo plazo. Ello, unido a que la subida de las temperaturas no se produce en todas las regiones de un modo uniforme, deriva en que habrá años que el número de ciclones decaiga, pero, en el global, podríamos decir que la tendencia es al alza, tanto en número de perturbaciones como de potencia intrínseca de los fenómenos”.

Anticipar su comportamiento

En contra de la creencia extendida de que el histórico de ciclones ayuda a establecer patrones de comportamiento de las futuras perturbaciones, el catedrático de la UIB asegura que “este conocimiento histórico no es crítico para realizar las predicciones”, hasta el punto de que queda excluido de la modelización atmosférica con que trabajan los expertos.
Esta modelización se basa en “un conjunto complejo de ecuaciones matemáticas con base física que ha de resolverse mediante supercomputación”, indica Alonso. A través de estas formulaciones se establecen modelos de predicciones, únicamente basados en las variables medidas del objeto de estudio, determinando estudios de trayectorias y probabilidades de las mismas.
En cuanto a los efectos de estas perturbaciones, Alonso señala que, “como sucede con casi cualquier otro, en este casos dos fenómenos idénticos pueden provocar efectos absolutamente desiguales según la región, en función de, por ejemplo, el nivel de desarrollo de los países afectados”.

Diez tormentas tropicales mortíferas

1900. Huracán en Galveston: El 8 de septiembre de 1900, la isla Galveston, del estado de Texas, vio cómo una tormenta tropical procedente de Cuba y el Golfo de México hacía estragos. La Oficina Meteorológica EE.UU. había evitado hablar de ‘huracán’ o ‘tornado’ con el fin de no alarmar a la población. Sin embargo, cuando la tormenta tocó tierra, la velocidad del viento superaba los 215 km/h, transformándose en un huracán de categoría 4. El balance de víctimas alcanzó las 8.000, destruyendo más de 3.600 casas y provocando daños por valor de 30 millones de dólares de entonces, uno 500 millones actuales.
1957. Huracán Audrey: Detectado inicialmente en el suroeste del Golfo de México, en un solo día (del 24 al 25 de junio) pasó de tormenta tropical a huracán. Para el día 27 ya era de categoría 4, dirigiéndose hacia Texas y Luisiana. Ya con menor intensidad en tierra, alcanzaría Mississippi y algo menos los Grandes Lagos. Las inundaciones en Luisiana causaron casi 400 muertes. Los costes sólo en EEUU superaron los 150 millones de dólares.
1970. Ciclón Bhola: Aunque se desconoce la cifra exacta de muertos, se estima que ésta se situó en la horquilla de los 300.000 a los 500.000. La peor parte de Bhola se la llevó Bangladesh y el Golfo de Bengala en India, el 12 de noviembre, cuando alcanzó la categoría 3 de huracán, provocando inundaciones en el delta del Ganges, engullendo cosechas y pueblos enteros.
1975. Tifón Nina: Este tifón arrasó con la presa de Bangiao en China, lo que provocó sucesivos colapsos en el resto de las presas, multiplicando los efectos de Nina y causando la muerte de más de 100.000 personas.
1992. Hurricane Iniki: En septiembre de 1992 y fruto de lo que entonces se denominó la fase más calida del fenómeno de El Niño, Iniki asoló la isla de Kaua’i, en pleno Hawaii. La buena gestión de los acontecimientos redujo las bajas a seis a pesar de que el aviso tan sólo se dio con 24 horas de antelación. El coste de los daños superó los 1.800 millones de dólares.
1992. Huracán Andrew: Habiendo partido de la costa occidental de África, su trayectoria por Bahamas, el sur de Florida y el suroeste de Luisiana causó la muerte directa de 26 personas e indirecta de otras 39, con daños superiores a los 34.000 millones de dólares. El viento superó los 280 km/h en algunas regiones, derivando en algunas zonas en tornado, como fue el caso del sudeste de Luisiana.
1997. Huracán Pauline: Pauline tiene el dudoso honor de no sólo ser el huracán más destructivo sino, además, el más mortífero de cuantos han asolado la costa mexicana, incluido Acapulco con lluvias torrenciales. Esta perturbación se llevó consigo cerca de 400 vidas, dejando tras de sí a 300.000 personas sin hogar y provocando daños por valor de más de 7.500 millones de dólares.
2005. Huracán Katrina: Se trata de la tormenta tropical más mortífera de los últimos años, con un balance de más de 1.200 víctimas según el Centro Nacional de Huracanes de EEUU y más de 700 desaparecidos. Katrina se cebó con el Estado de Luisiana y, más concretamente, con Nueva Orleans, a la que inundó en más de un 80% debido a la mala gestión de la Administración Bush, durante su paso y en los días posteriores durante las labores de rescate. Como consecuencia de ello, a las negras cifras de muertos se sumaron los daños por valor de 80.000 millones de dólares. Se llegaron a registrar hasta 33 tornados derivados de Katrina.
2008. Ciclón Nargis: En mayo de 2008, la bahía de Bengala fue golpeada por esta perturbación, cebándose con Birmania a la que golpeó con vientos de más de 215 km/h. La ONU estimó que la cifra de afectados superaba los 2,5 millones de personas y la Cruz Roja habló de casi 130.000 víctimas sólo en este país.
2008. Huracán Ike: Tras el paso de esta perturbación, que partió de Cabo Verde, casi 200 personas murieron, desde Haití a Galveston (Texas). Alcanzó la categoría 3 y los mayores daños se registraron en EEUU, con 24.000 millones de dólares, seguido de Cuba (7.300 millones) o Bahamas (200 millones), entre otros, hasta alcanzar un total de pérdidas de 32.000 millones de dólares.

18/8/12

El Ejército alemán podrá intervenir en su país en casos excepcionales El Constitucional autoriza el despliegue militar, prohibido desde el nazismo

EL PAIS


 Berlín 17 AGO 2012 - 16:52 CET


En un acto inédito y de trascendencia histórica, las dos cámaras del Tribunal Constitucional alemán pusieron fin ayer a una sabia medida que tenía como meta evitar que el Ejército actuara contra la población civil, un temor que fue heredado de la época de abusos del régimen nazi. La más alta instancia jurídica del país legalizó el uso de medios militares por parte del Ejército sobre el territorio nacional contra posibles amenazas terroristas.
Aunque la sentencia estipula que tales acciones deben ser llevadas a cabo bajo estrictas condiciones, la decisión anunciada por el Tribunal consternó a un amplio sector de la población y provoco ácidos comentarios en la prensa. Hasta ayer el país había vivido con la certeza de que sus soldados solo abandonarían sus cuarteles en Alemania para luchar contra grandes catástrofes naturales o para viajar a países lejanos, como Afganistán.
En las últimas seis décadas, la intervención armada sobre el territorio alemán, en caso de amenazas terroristas, había estado reservada a las fuerzas de la policía con el fin de separar claramente las operaciones de defensa nacional del Ejército y las operaciones de seguridad interior, tal como ocurrió en 1972 durante los Juegos Olímpicos en Múnich, cuando un comando palestino tomó como rehenes a varios deportistas de la delegación de Israel.
Según la decisión del Tribunal Constitucional, que tiene su sede en Karlsruhe, el Ejército podrá utilizar sus medios militares en el país en caso de que exista una “situación excepcional de naturaleza catastrófica”, una decisión que no tiene precedentes en el país desde que el canciller Konrad Adenauer diera vida a la Bundeswehr, el moderno Ejército alemán, en noviembre de 1955.
La sentencia del Tribunal no autoriza al Ejército a actuar para evitar peligros que puedan surgir de una manifestación, ni tampoco permite la actuación de aviones de combate para abatir a un avión que transportara civiles y que hubiese sido secuestrado por terroristas. En un caso así, los pilotos de guerra alemanes solo tendrán permiso para realizar disparos de emergencia y lograr el aterrizaje del avión secuestrado.
Según la sentencia del Tribunal Constitucional, el despliegue de las fuerzas militares solo es posible como último recurso y corresponderá al Gobierno federal en su totalidad evaluar los llamados “casos de extrema urgencia” que justifiquen un despliegue militar en territorio alemán.
La sentencia fue bien recibida por los dos partidos democristianos, CDU y CSU, que comparten el Gobierno junto con los liberales del FDP. La oposición socialdemócrata del SPD y Los Verdes acogieron bien la decisión, si bien algunos portavoces lamentaron que la Corte no haya aclarado lo que entiende por una “situación excepcional de naturaleza catastrófica”.
El partido La Izquierda rechazó la sentencia y comentó que encerraba una reforma de la Constitución llevada a cabo por la puerta trasera y que hacía posible la militarización de la política interna alemana. “Es una decisión catastrófica de Karlsruhe”, advirtió el influyente periodista del Süddeutsche Zeitung Heribert Prantl en un editorial. “Los jueces no han interpretado la Ley Fundamental [Constitución], sino que la han cambiado, y esa no es su tarea”.

13/8/12

Rate of Arctic summer sea ice loss is 50% higher than predicted


The view from a yacht’s mast. Summer pack ice is showing a rate of loss 50% higher than anticipated. Photograph: Mike Powell/Corbis

 GUARDIAN

Robin McKie. Science Editor



Sea ice in the Arctic is disappearing at a far greater rate than previously expected, according to data from the first purpose-built satellite launched to study the thickness of the Earth's polar caps.
Preliminary results from the European Space Agency's CryoSat-2 probe indicate that 900 cubic kilometres of summer sea ice has disappeared from the Arctic ocean over the past year.
This rate of loss is 50% higher than most scenarios outlined by polar scientists and suggests that global warming, triggered by rising greenhouse gas emissions, is beginning to have a major impact on the region. In a few years the Arctic ocean could be free of ice in summer, triggering a rush to exploit its fish stocks, oil, minerals and sea routes.
Using instruments on earlier satellites, scientists could see that the area covered by summer sea ice in the Arctic has been dwindling rapidly. But the new measurements indicate that this ice has been thinning dramatically at the same time. For example, in regions north of Canada and Greenland, where ice thickness regularly stayed at around five to six metres in summer a decade ago, levels have dropped to one to three metres.
"Preliminary analysis of our data indicates that the rate of loss of sea ice volume in summer in the Arctic may be far larger than we had previously suspected," said Dr Seymour Laxon, of the Centre for Polar Observation and Modelling at University College London (UCL), where CryoSat-2 data is being analysed. "Very soon we may experience the iconic moment when, one day in the summer, we look at satellite images and see no sea ice coverage in the Arctic, just open water."
The consequences of losing the Arctic's ice coverage, even for only part of the year, could be profound. Without the cap's white brilliance to reflect sunlight back into space, the region will heat up even more than at present. As a result, ocean temperatures will rise and methane deposits on the ocean floor could melt, evaporate and bubble into the atmosphere. Scientists have recently reported evidence that methane plumes are now appearing in many areas. Methane is a particularly powerful greenhouse gas and rising levels of it in the atmosphere are only likely to accelerate global warming. And with the disappearance of sea ice around the shores of Greenland, its glaciers could melt faster and raise sea levels even more rapidly than at present.
Professor Chris Rapley of UCL said: "With the temperature gradient between the Arctic and equator dropping, as is happening now, it is also possible that the jet stream in the upper atmosphere could become more unstable. That could mean increasing volatility in weather in lower latitudes, similar to that experienced this year."
CryoSat-2 is the world's first satellite to be built specifically to study sea-ice thickness and was launched on a Dniepr rocket from Baikonur cosmodrome, Kazakhstan, on 8 April, 2010. Previous Earth monitoring satellites had mapped the extent of sea-ice coverage in the Arctic. However, the thickness of that ice proved more difficult to measure.
The US probe ICESat made some important measurements of ice thickness but operated intermittently in only a few regions before it stopped working completely in 2009. CryoSat was designed specifically to tackle the issue of ice thickness, both in the Arctic and the Antarctic. It was fitted with radar that can see through clouds. (ICESat's lasers could not penetrate clouds.) CryoSat's orbit was also designed to give better coverage of the Arctic sea.
"Before CryoSat, we could see summer ice coverage was dropping markedly in the Arctic," said Rapley. "But we only had glimpses of what was happening to ice thickness. Obviously if it was dropping as well, the loss of summer ice was even more significant. We needed to know what was happening – and now CryoSat has given us the answer. It has shown that the Arctic sea cap is not only shrinking in area but is also thinning dramatically."
Sea-ice cover in the Arctic varies considerably throughout the year, reaching a maximum in March. By combining earlier results from ICESat and data from other studies, including measurements made by submarines travelling under the polar ice cap, Laxon said preliminary analysis now gave a clear indication of Arctic sea-ice loss over the past eight years, both in winter and in summer.
In winter 2004, the volume of sea ice in the central Arctic was approximately 17,000 cubic kilometres. This winter it was 14,000, according to CryoSat.
However, the summer figures provide the real shock. In 2004 there was about 13,000 cubic kilometres of sea ice in the Arctic. In 2012, there is 7,000 cubic kilometres, almost half the figure eight years ago. If the current annual loss of around 900 cubic kilometres continues, summer ice coverage could disappear in about a decade in the Arctic.
However, Laxon urged caution, saying: "First, this is based on preliminary studies of CryoSat figures, so we should take care before rushing to conclusions. In addition, the current rate of ice volume decline could change." Nevertheless, experts say computer models indicate rates of ice volume decline are only likely to increase over the next decade.
As to the accuracy of the measurements made by CryoSat, these have been calibrated by comparing them to measurements made on the ice surface by scientists including Laxon; by planes flying beneath the satellite's orbit; and by data supplied by underwater sonar stations that have analysed ice thickness at selected places in the Arctic. "We can now say with confidence that CryoSat's maps of ice thickness are correct to within 10cm," Laxon added.
Laxon also pointed out that the rate of ice loss in winter was much slower than that in summer. "That suggests that, as winter starts, ice is growing more rapidly than it did in the past and that this effect is compensating, partially, for the loss of summer ice." Overall, the trend for ice coverage in Arctic is definitely downwards, particularly in summer, however – a point recently backed by Professor Peter Wadham, who this year used aircraft and submarine surveys of ice sheets to make estimates of ice volume loss. These also suggest major reductions in the volume of summer sea ice, around 70% over the past 30 years.
"The Arctic is particularly vulnerable to the impact of global warming," said Rapley. "Temperatures there are rising far faster than they are at the equator. Hence the shrinking of sea-ice coverage we have observed. It is telling us that something highly significant is happening to Earth. The weather systems of the planet are interconnected so what happens in the high latitudes affects us all."