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27/1/12

¿CUANTA AGUA DULCE SE HA AÑADIDO AL ATLANTICO NORTE EN DECADAS RECIENTES?

El contínuo endulzamiento del Atlántico Norte ralentizará el Transportador durante el siglo 21


Por :

Ruth Curry del Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI)

Cecilie Mauritzen del Norwegian Meteorological Institute
 
Desde finales de la década de los 60 grandes regiones del Atlántico Norte se han ido renovando con el deshielo de los glaciares así como con el incremento de las precipitaciones, ambos hechos asociados con el Calentamiento Global. En el mismo período de tiempo, los registros de salinidad muestran que una gran cantidad de hielo marino extra y agua dulce del Artico han fluido al Atlántico Norte. Pero, hasta ahora no se conocían las cantidades reales y la proporción de acumulación de agua dulce.

En un artículo publicado el 17 de Junio en Science, Ruth Curry del Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI) y Cecilie Mauritzen del Norwegian Meteorological Institute han cuantificado por vez primera cuanta augua dulce adicional han causado los cambios en la salinidad observados en el Atlántico Norte, como concierne ello a la circulación atlántica y donde se ha almacenado el agua dulce. Ellas han descubierto que los patrones de acumulación de agua fresca en las cuatro décadas de finales del siglo XX sugieren que en un siglo podría darse un freno en la Banda Transportadora Atlántica que transfiere calor al Atlántico Norte, aunque el futuro impacto del Calentamiento Global y de la fusión de los glaciares invitan a la cautela en estas previsiones.

Curry y Mauritzen analizaron los datos recogidos en el Atlántico Norte, entre Labrador, Groelandia y el norte de Europa durante 55 años para mostrar los cambios de temperatura, salinidad y densidad que se han sucedido. Estimaron, para períodos de cinco años consecutivos, cuanta agua dulce hubo de añadirse o quitarse para dar cuenta de los cambios de salinidad observados desde 1953 hasta el año 2002. Hicieron un mapa de distribución del agua dulce, capa por capa, para determinar donde estaba aumentando y como afectaba ello a la densidad del océano. Y entonces usaron las proporciones encontradas para calcular cuanto se tardaría en alcanzar los umbrales que afectarian a la parte de la circulación oceánica conducida por la densidad.

En un año medio, cerca de 5.000 kilometers (km) cúbicos de agua dulce fluyen desde el Artico hasta el Atlántico Norte a traves de pasadizos al este y oeste de Groelandia. Las investigadoras estimaron que unos 19.000 Km cúbicos adicionales se añadieron y diluyeron en el Atlántico Norte durante el período 1965-1995. La mitad de ellos entró en el sistema a finales de los 60 elevando la cantidad a 7.000 Km3 al año, e incrementando un 40% el flujo de agua dulce. Como comparación, el caudal de salida del Mississippi es de 5.000 Km3 al año mientras el Amazonas descarga de 5.000 a 6.000 Km3 anualmente.

Curry encontró que en los años 50 e inicios de los 60, los registros muestran que la salinidad aumenta en las cubetas subpolares mientras que el atlántico norte los cambios eran realmente pequeños. Sin embargo, entre 1970 y 1995 en ambas área crece la cantidad de agua dulce. El evento más llamativo del período ocurre al principio de la década de los 70 y es conocido como “Gran Anomalia de la Salinidad”. A finales de los 60 una fuerte llegada de agua dulce entra en los mares nórdicos y mueve la Corriente de Groelandia Oriental hacia el Sur. Este evento contribuye con 10.000 Km3 de agua dulce nueva que se mezcló entre Labrador y la Cubeta de Iminger, moviéndose a profundidades medias alrededor del Atlántico Norte.



Diversas avenidas de agua dulce y hielo parecen llegar desde el Artico en la década de los 80 y 90. Alrededor del 80% de los 19.000 km3 de agua dulce nueva volcada al Atlántico Norte entre 1965 y 1995 se ha depositado en las cubetas subpolares con una superficie dos veces mayor que el mar nórdico. La cantidad de agua dulce involucrada sería el equivalente a una capa de tres metros cubriendo uniformemente el área de las cubetas subsolares y una de 1,8 metros cubriendo el mar nórdico.





El Mar Nordico ( localizado entre Islandia, Groelandia y Noruega ) ,el Labrador y la cubeta de Irminger son lugares donde se forman aguas frías y densas, un componente crítico de la Circulación Meridional ( MOV ) y parte de la cinta transportadora oceánica que lleva las aguas calientes superficiales desde los trópicos hacia el norte. A altas latitudes esta agua superficial se enfría (realizando el intercambio de calor con la atmósfera) y estas aguas densas se hunden y fluyen hacia el sur por el fondo del océano en un proceso que realimenta el movimiento del transportador.



El intercambio de calor que realiza el transportador contribuye a moderar los inviernos en latitudes altas , especialmente Islas Británicas y Escandinavia.



Una exceso de agua dulce altera la densidad del océano que conduce una parte de este sistema circulatorio, disminuyendo la cantidad de calor que es llevado hacia el norte, especialmente en áreas significativamente frías del Hemisferio Norte. Curry y Mauritzen indican que los cambios en la salinidad observados hasta la fecha no parecen haber cambiado la circulación oceánica ni el transporte de calor, pero esperan que un continuo endulzamiento del agua afecte al transporte oceánico en los próximos doscientos años.

“La precipitación y el escurrimiento de los ríos en latitudes altas ha aumentado”, dice Curry. “En la última década, se ha ido acumulando agua dulce en el Atlántico Norte, que es crítico en el transporte oceánico, y esto es algo que hay que tener en cuenta. El hielo de Groelandia es una espada de Damocles(*)”, dijo ella. “Esto es una cantidad enorme de agua dulce en contención que, si se fundiera, afectaría a la cabecera del transporte oceánico.”

Aproximadamente un tercio del MOV atlántico cruza la cordillera que se extiende de Groelandia a Escocia y que separa el Mar del Norte del Atlántico Norte. El intercambio de aguas entre el norte y el sur de la cordillera es controlado por un contraste entre la densidad oceánica que a profundidades de 200 a 800 m los mares nórdicos son mas densas que en las cubetas subpolares. Si añadimos agua dulce al océano, reducimos su densidad, quitando agua dulce o eliminando su salinidad, incrementamos la densidad. Así, una acumulación de agua dulce en el Mar del Norte hará que disminuya su densidad. El contraste de densidad Norte-Sur descenderá y el flujo que atraviesa la cordillera se ralentizará. Este flujo de agua densa y fria ha sido estrechamente monitorizada durante más una década con una serie de instrumentos sin que se hayan apreciado cambios significativos.

De los 19.000 Km3 de agua dulce adicional que se diluyeron en el Atlántico norte desde 1960, solamente una pequeña cantidad ( unos 4.000 km3 ) permanecen en el Mar del Norte y solo unos 2.500 Km3 permanecen en la capa crítica que alimenta el flujo sobre la cordillera de separación. Esta es la razón, según Curry, de que el endulzamiento no ha retardado todavía el flujo de agua. A la proporción observada, pues, haría falta un siglo para llegar a la cantidad crítica necesaria para ralentizar el flujo sobre la cordillera Groelandia-Escocia ( sobre unos 9.000 km3 según el estudio ) y cerca de dos para que la continua dilución lo parara. Las investigadoras concluyen que un cambio abrupto en la circulación oceánica no parece inminente.



Curry apunta que las incertidumbres permanecen al evaluar la posibilidad de interrupciones de la circulación , incluyendo futuros ratios del calentamiento global y deshielo. Muchas simulaciones por ordenador del calentamiento global, muestran incrementos de la precipitación y del escorrentio de los ríos en latitudes altas que llevan a un retardo del transporte Atlántico. Sólo un modelo de estudio disponible, asimismo, contiene una descripción de la interactividad con el hielo de Groelandia. El estancamiento del agua de deshielo, el derrumbe de una porción de hielo seguido por una ola del movimiento del glaciar o la lubricación de la base del glaciar por la fusión del hielo son todos los mecanismos que podrían inyectar el agua dulce necesaria en las capas críticas del Mar del Norte.



“Esto, ciertamente, hace que siga teniendo sentido monitorizar el hielo y los cambios atmosféricos conjuntamente”, dice Curry. “Dada la proyección para el siglo 21 en las concentraciones de gases invernaderos y de incremento de agua dulce en el norte oceánico, nosotros no podemos predecir un retardo en el transporte Atlántico en los siguientes 100 años. Quiero enfatizar que nosotras hablamos de acerca de escalas de tiempo en centurias para encontrar cambios en el transporte oceánico a traves de la cordillera Groelandia-Escocia. No sugerimos que la corriente del Golfo vaya a cerrarse.

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