Si bien más de un tercio de la superficie del Ártico permanece en la actualidad fuera de verificación técnica respecto a su capacidad de contener recursos de gas y petróleo, se estima que no existe en toda la tierra una zona equivalente en posibilidades de explotación de recursos energéticos más importante que la que alberga el Círculo Polar Ártico (un 20% de las reservas mundiales de hidrocarburos).
Federico Mayor Zaragoza, Comité de Apoyo de Attac España.
Con el cambio climático, el deshielo polar. Capas de hielo que protegían la temperatura planetaria desde el Ártico y el Antártico, amenazan ahora con transformaciones de hondo calado y grandes repercusiones de diversa índole. El permafrost (capa permanentemente helada) se derrite por el aumento de la temperatura que comporta el cambio climático. Una de las consecuencias es la emisión de óxido nitroso, gas con efecto invernadero que contribuye, a su vez, al incremento térmico. Se calcula que el permafrost de Siberia, de más de 400 metros de espesor, data de las glaciaciones del Cuaternario.
En su trabajo “La geoenergía en el Ártico”, publicado en Política Exterior, 134 / Mayo-abril, 2010, Vicente López-Ibor explica por qué el deshielo y los avances tecnológicos facilitarán el acceso a los recursos energéticos del Ártico y abrirán nuevas rutas de navegación, pero subraya que el auténtico debate debe centrarse en los riesgos que comporta para el medio ambiente de la Tierra en su conjunto. “Los amplios espacios marinos y terrestres de la región ártica son componentes vitales y vulnerables del ecosistema del planeta, por su factor regulador del clima mundial”.
Si bien más de un tercio de la superficie del Ártico permanece en la actualidad fuera de verificación técnica respecto a su capacidad de contener recursos de gas y petróleo, se estima que no existe en toda la tierra una zona equivalente en posibilidades de explotación de recursos energéticos más importante que la que alberga el Círculo Polar Ártico (un 20% de las reservas mundiales de hidrocarburos).
Como ya he indicado, el deshielo marino abre progresivamente oportunidades para navegar a través de las aguas del Ártico en lugar de hacerlo por rutas transoceánicas, en detrimento, sobre todo, de los principales canales continentales (Suez y Panamá).
En el trabajo presentado al Seminario Internacional “Cambio Climático y Paz” que tuvo lugar en Barcelona los días 2 y 3 de noviembre de 2009, Manuel Manonelles amplía al debido a los glaciares y zonas de alta montaña -hasta ahora consideradas nieves perpetuas- el impacto del deshielo, en términos medioambientales, políticos y económicos. “La apertura de nuevas rutas oceánicas y terrestres, advierte, cambiará totalmente las dinámicas del comercio internacional”.
Nuevas fronteras… más gastos militares. Sólo Canadá, en 2008, aprobó una partida extraordinaria de 6.900 millones de dólares para reforzar su presencia militar en la zona ártica de su país.
El incremento del nivel del mar es otra de las consecuencias ya irreversibles del deshielo, comprometiendo territorialmente a países muy llanos, sobre todo insulares, y a las grandes infraestructuras (puertos, refinerías, aeropuertos, centrales nucleares, etc.) situadas a nivel del mar. Pero lo más relevante son los asentamientos humanos que deberían desplazarse o protegerse.
Además, debe subrayarse que el deshielo permitirá el acceso, entre otros “tesoros” hoy ocultos, a los “núcleos polimetálicos”, cuya explotación ya contemplan con exoftalmos muchas grandes corporaciones mineras (superconductores, nuevos materiales, etc.)
Estos son problemas… y no los que los obcecados en la inercia de la “globalización” pretenden hacernos creer con las bolsas de todo el mundo arriba y abajo, manteniendo a los ciudadanos distraídos y vendiendo más armas que nunca.
Estos son los problemas del mundo, que esperan que sean “los pueblos”, como se dice en la primera frase del preámbulo de La Carta de las Naciones Unidas, los que tomen las riendas del destino en sus manos.
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