Ruth Curry. (Foto: Tom Kleindinst, Woods Hole Oceanographic Institution)
Fuente: www.solociencia.com
(NC&T) En el mismo período de tiempo, los registros de salinidad muestran que grandes masas de hielo marino extra, y agua dulce del Ártico, han fluido en el Atlántico Norte. Pero, hasta ahora, las cantidades y tasas reales de acumulación no habían sido conocidas explícitamente.
En un nuevo estudio, Ruth Curry del Instituto Oceanográfico de Woods Hole (WHOI), y Cecilie Mauritzen del Instituto Meteorológico Noruego, han cuantificado por primera vez cuánta agua dulce adicional ha causado los cambios de salinidad observados en el Océano Atlántico Norte, cuán rápido ésta ha entrado en la circulación atlántica, y dónde se ha almacenado esa agua dulce. Informan que los patrones de acumulación del agua dulce durante las pasadas cuatro décadas sugieren que el valor crítico para la circulación oceánica y su transporte hacia el polo de energía térmica podría alcanzarse en un siglo, aunque los impactos futuros del recalentamiento global y del deshielo de los glaciares hacen imprecisa la predicción en este momento.
Curry y Mauritzen analizaron datos recolectados en el Atlántico Norte entre Labrador, Groenlandia y el norte de Europa durante los últimos 55 años, para reconstruir la historia del océano en propiedades tales como temperatura, salinidad y densidad. Para períodos de tiempo sucesivos de 5 años, las investigadoras estimaron cuánta agua dulce tenía que haberse agregado o retirado para explicar los cambios de salinidad desde la superficie hasta el fondo observados desde 1953 hasta el 2002. Curry y Mauritzen mapearon la distribución del almacenamiento de agua dulce capa a capa para determinar dónde se estaba acumulando el exceso y cómo afectaba a la densidad del océano. Entonces usaron las tasas observadas y la distribución del agua dulce para estimar cuánto tiempo llevaría alcanzar umbrales que afectarían a la parte de la circulación del océano gobernada por la densidad.
En un año promedio, unos 5.000 kilómetros cúbicos de agua dulce fluyen desde el Ártico hacia el Atlántico Norte a través de corredores localizados al este y oeste de Groenlandia. Las investigadoras estiman que además de esta cantidad, unos 19.000 km cúbicos extras fluyeron y se diluyeron en los mares norteños durante el período 1965-1995. La mitad del exceso de agua dulce (unos 10.000 km cúbicos) entró al sistema al final de los años 60, incrementando la tasa de flujo en unos 5.000 a 7.000 km cúbicos por año, un incremento del 40% en la entrada de agua dulce. En comparación, la salida de agua dulce al mar del Río Mississippi cada año es de unos 500 km cúbicos, mientras que el río más grande de la Tierra, el Amazonas, descarga unos 5.000 - 6.000 km cúbicos anualmente.
Cantidades excesivas de agua dulce podrían alterar la densidad del océano, que es la fuerza motriz de una parte de este sistema de circulación, disminuir la cantidad de calor que se transporta hacia el norte y enfriar significativamente áreas de este hemisferio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario